martes, 29 de agosto de 2023
ZAFAR
Alayo sacó su paquete de Particulares, extrajo un cigarro y tanteó en los bolsillos, buscando su encendedor. No lo encontró. El Chueco le adivinó la intención y le ofreció una cajita de fósforos agujereada para hacer de tuquera. El olor a porro que despedia a Alayo le revolvió las tripas pero la aceptó resignado. Encendió pensativo el Particulares y pensó "tengo que zafar de esto de una puta vez..." El Chueco miraba el cuerpo de El Lungo despatarrado delante de ellos mientras se acariciaba la cicatriz de la mejilla. "Lo bueno de los fierros es que si apuntás a la cabeza es lo mismo pegar un corchazo con una veintidós que con un FAL..." anunció filosófico.
Era verdad. Si se miraba al Lungo el agujero en la sien parecía un rasguño. "¿Lo llevo a la Chacra..." inquirió El Chueco mientras tiraba la lata de cerveza Quilmes vacía, forcejeaba con la bragueta, pelaba la poronga y se ponía a mear. Alayo lo miro serio. "No me salpiqués, pelotudo..." le dijo glacial y volvió a pensar "tengo que zafar de esto. Zafar de una puta vez..." El Chueco bajó la vista y se alejó un poco, susurrando un perdón inaudible. Alayo pensó en cuántos años, cuántas jodas, cuántas putas y cuántas botellas de whisky había compartido con El Lungo. Bueno, todo tenía un final. Y además El Lungo se lo había buscado. El Chueco había terminado de mear y se acercaba de nuevo. "Lo llevo a la Chacra, ¿no?", insistió.
Alayo sin mirarlo asintió con la cabeza. "Llevalo. No puedo creer que este boludo también terminó de alimento para los chanchos..." El Chueco bajó la cabeza, falsamente respetuoso. "Listo entonces... voy y vuelvo, ¿me espera quince minutos y lo llevo de nuevo a la taquería?" Alayo se quedó en silencio largos segundos, le pegó una seca larguísima al cigarro y negó de nuevo con la cabeza. "Me vuelvo caminando. Tengo que pensar. Hay cosas que no me cierran..." El Chueco tragó saliva. "OK. Mañana le hablo entonces. Si le parece..." Alayo asintió apenas y El Chueco saludó con la cabeza, abrió la puerta del coche, encendió el motor y a los cinco segundos ya no estaba. "Tengo que zafar de una puta vez de todo esto." pensó Alayo. Terminó de pensar esa frase y lo vio. Al principio no podía distinguirlo bien. Era como una sombra que podía ser cualquier cosa. Pero ajustó la mirada y no: había un tipo parado a metros de él. Fijo. Quieto. Todo de negro.
Alayo llevó la mano a la cuarenta y cinco. No supo cómo, porque no se podía distinguir casi nada, pero sabía que el tipo de negro estaba sonriendo; le estaba sonriendo. "Entonces es verdad..." alcanzó a pensar mientras se le ponía la piel de gallina y apuntaba con el arma.
"Tendrías que venir conmigo, ¿no?", le preguntó el hombre negro mientras se llevaba la mano a la garganta como si tuviera un cuchillo y hacía el gesto de degollarse. "Hijo de puta, ¿quién sos?" preguntó Alayo nervioso. En ese momento el auto de El Chueco volvía a toda velocidad y frenaba a unos metros de donde estaba Alayo. El pelotudo del Chueco se habia olvidado algo, seguro, pero también por suerte.
Cuando la puerta del coche se abrió y El Chueco empezaba bajarse Alayo miró en dirección a donde estaba el hombre negro.
No había nadie.
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