miércoles, 6 de septiembre de 2023

DORMIR

Alayo abrió la puerta de su casa y fue directo al living, cuarenta y cinco en mano. Encendió la luz, abrió la puerta de la bodega, sacó el Johnnie negro y empujó tres o cuatro medidas en un vaso de plástico verde que encontró sobre la mesa al lado de un plato con restos de pollo y ensalada. Apuró medio vaso de dos tragos y eructó y suspiró casi al mismo tiempo, desplomándose sobre el sillón, vaso y cuarenta y cinco en mano. Sintió que el whisky le hacía bien y tomó un nuevo trago largo. ¿Qué carajo le estaba pasando? Era cierto que llevaba casi dos días sin dormir. ¿Podría estar alucinando? Remató el vaso verde y se sirvió otra medida, ahora normal. "Sí, tiene que haber sido una alucinación" pensó y sintió que el calor del whisky acentuaba esa certeza repentina. "Antes de zafar tengo que dormir" se dijo y sonrió, sombrío; "la que faltaba, terminar a los tiros con un fantasma...". ¿Cuándo había escuchado del Negro por primera vez? Haría unos veinte años. Sí, fue cuando apareció ahorcado el violín ése. Él había preguntado quién lo había colgado y los muchachos le porfiaron que ninguno de ellos. Era lo mismo, nadie iba a preguntar por él, pero inesperadamente alguien preguntó, una tía, no sabía si de sangre o postiza, una mujer vieja y enclenque que medio lo había criado. Alayo le había dicho que el infeliz se había ahorcado y que no se había perdido nada. La mina había bajado la cabeza resignada y habia dicho que sabía que su sobrino iba a terminar así y Alayo le había retrucado que obvio, si había criado un degenerado no había esperanza de que terminara mejor, por lo menos había tenido la dignidad de colgarse. Pero ella había negado con la cabeza. No lo decidió él, fue El Negro. El Negro le dijo que se ahorcara. ¿Que negro? ¿Había un cómplice, quién carajo era, había prepoteado Alayo a la mujer. No, no, no era un hombre; El Negro era un disfraz del Malo, había dicho la mujer, temerosa y se había hecho la señal de la cruz. Alayo la miró con desprecio pero con cierta intriga, ¿cómo era eso? Sí, El Negro se le había aparecido dos veces, él se lo había confesado: "Tía, perdón, hice algo malo. Y se me apareció un hombre negro. Tengo miedo" Ella le había dado un rosario y juntos habían rezado muchos padresnuetros y muchos avemarías y su sobrino se había quedado tranquilo, al menos por un tiempo. Pero pasado un año o algo así su sobrino había vuelto de nuevo cagado en las patas, "tía, volví a hacer algo malo. Y el hombre negro se me volvió a aparecer. Me dice que tengo que matarme..." Ella de nuevo había sacado el rosario pero esta vez su sobrino ya no se calmó. Esto había pasado tres días antes de que se colgara. El relato de la vieja lo había medio sugestionado pero Alayo decidió no demostrarlo: "además de ser un degenerado su sobrino estaba loco, señora. Trate de no criar más a nadie..." Pero algo mínimo, una semilla chiquita de incertidumbre había quedado en el fondo de Alayo. Y después, a lo largo del tiempo, se enteró de que otra gente había visto al Negro. Y ahora lo había visto él. En fin, tenía que dormir. Se imaginó acostándose, tapándose y al Negro mirándolo sarcástico parado al lado de la cama. Apuró el vaso verde y se sirvió otra medida. Empezaba estar medio en pedo pero para dormirse se iba a tener que poner en pedo del todo. O tomarse esa mierda de clonazepam que tomaba la puta de su ex. ¿Con quién estaría revolcándose la muy trola? Pensó en su ex chupandole la pija a un cualquiera y una mezcla de calentura y celos se le metió de prepo en el cuerpo y lo hizo olvidarse de todo. Manoteó su celular para llamar a alguna de las chicas y sacarse de encima esa sensación abrumadora y justo vió que entraba una llamada del Chueco. Fastidiado, atendió. "Se pudrió todo, el hermano del Lungo está yendo para su casa...". Alayo cortó, se levantó y se asomó a la ventana: el coche del hermano de El Lungo clavaba los frenos con brusquedad frente a la puerta de su casa.

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