sábado, 25 de mayo de 2024
MEAR (4)
Arthur se meaba mal. Miró si la veía a Helena. No estaba. ¿Dónde se habría metido? Estaban en el cine, iban a entrar a la sala, ¿por qué se había alejado? ¿Y por qué él no se acordaba por qué se había alejado? En el baño, en la puerta del baño, habia una cola larguísima y él estaba último. Delante de todo, dirigiendo la cola, había un tipo muy pero muy grande, que mediría ¿qué?... ¿dos metros y medio? Sería el tipo más alto del mundo. Mientras Arthur pensaba que hacer, si esperar la cola interminable o salir e irse a mear a un bar, el gigante, porque otra calificación no le iba, se puso a hablar: “señores...señores... señores... la podredumbre dorada. La podredumbre dorada nos cubre a todos. La podredumbre dorada nos cubre y nos salva. Padre Nisman que estás en el cielo...” Ahí todos los que los rodeaban empezaron a rezar, salvo Arthur, que confundido y casi meándose encima, lidiaba con qué hacer. Y de golpe apareció Pedro. Lo saludó apenas y le dijo “hermano, te espera Helena adentro del cine, meame en la boca”. Arthur dudó: “Pará, Pedro, ¿en la boca?”. Pedro le guiñó el ojo: “dale, boludo, te espera Helena para ver la peli, meame tranquilo...”. Arthur dudó pero estaba por pillarse encima, así que se desajustó la bragueta como pudo y terminó liberando el meo en la boca de Pedro, quien, extrañamente complaciente, abrió su boca y recibió la orina feliz, con una sonrisa apacible. En ese momento apareció Helena, estupefacta y furiosa. “Hijo de puta, qué haces chupándole la pija a mi pareja, loco enfermo de mierda...” Pedro se paró. Seguía sonriente: “Qué te preocupa que le chupe la pija a tu pareja si estoy... si estoy... ¿dónde estoy...? preguntó Pedro, como si de golpe se despertara de una pesadilla, muy angustiado. “Helena, decime... ¿adónde estoy?”
Arthur se despertó sintiendo que su corazón iba a diez mil kilómetros por hora. Pensó que había pegado un aullido desesperado pero por la placidez de la cara de Helena se dio cuenta de que no, no había gritado, o que si había gritado había sido un grito más bien sofocado. La sensación de pánico e incomodidad le duró segundos largos igual. Pero en fin, una pesadilla. Había sido solo una pesadilla.
Nada.
O sea, ¿nada?
En serio, ¿nada?.
Arthur se bajó de la cama, miró el celular. Las cuatro y media. Bueno, había dormido tres horas. Para el ritmo que traía no estaba tan mal, pese al despertar de mierda y al hecho casi seguro de que no se iba a poder dormir de nuevo. Pero en serio, ¿tres horas? No, no estaba para nada mal. Se levantó despacio, casi arrastrando los pies se metió en el baño y meo sentado en el inodoro. Le vino a la cabeza que la noche anterior, mejor dicho hacía tres horas, no se le había parado.
Eso lo deprimió. Estaba por empezar a cagar y por inercia se metió en la pagina on line de Clarín, donde lo primero que leyó fue que el fiscal Nisman había sido encontrado muerto en el baño de su casa.
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