lunes, 9 de septiembre de 2024
COGER (5)
El Laucha se sirvió el penúltimo trago de blue label y se puso a repasar la situación mientras esperaba que las trolas llegaran. Las instrucciones eran sencillas: tenía que dejar en claro a un par de personas que estaba metido en un quilombo de aquellos y que le quedaba poco margen. Después armaban la escena y listo, se moría. Acto seguido, la movida Alayo. ¿Y después? Ni idea, pero El Viejo le prometía el paraíso. Al Laucha todavía le parecía irreal, pero viniendo del Viejo cualquier cosa podía ser. Por eso las trolas: había que festejar.
El núcleo duro de Alayo era él y cinco tipos: Uriarte, El Lungo, Picapiedra, Quico y Chocolate. Los demás eran mulos y desaparecido ese núcleo duro se iban a desperdigar por ahí. El viejo Podestá le había dicho que a él le tocaba encargarse de Quico, de Picapiedra y de Alayo, quienes iban a estar en los tres lugares que el Viejo le anunciaría medio segundo antes de empezar la jugada. Era un raid frenético: tres asesinatos en no más de quince minutos. Pum, pum y pum. Termas Blancas era un pueblo chico y con la moto era fácil, sobre todo si ninguno de los tres, como se suponía, se esperaba el corchazo que se les venía. Podestá le había dado el arma, una itaka nuevita, porque no quería errores, “a estos me los borrás del mapa sí o sí...” En ese momento sonó el timbre. El Laucha ya estaba bastante borracho y se levantó algo cansino, de hecho mientras apoyaba la mano en el picaporte se le pasó por la cabeza que en realidad no tenía ganas de coger y que había llamado a las trolas mecánicamente, pero ya era tarde, en fin.
Las trolas pasaron sonriéndole, piropeándolo, histeriqueándolo pero tranquilas, manoseándolo apenas. Tenían buena actitud, se tomaban en serio su laburo; eso era para respetar, odiaba las putas desganadas. Eran una pendeja petisa muy tetona, de corte stone y labios muy gruesos y una pelirroja más alta, hiper pintada, sin mucha teta pero con un culo soberbio. El Laucha empezó a entrar en clima mientras sentía que la pija se le enderezaba a la velocidad de la luz. “Ja, y pensar que hace medio minuto hubiera preferido seguir solito con el blue label”, pensó mientras le metía la mano en el escote a la petisa y le zarandeaba las gomas. Dos minutos después estaban los tres en pelotas (salvo la pelirroja, que vaya uno a saber por qué nunca se terminó de sacar el corpiño) y media hora después El Laucha se derrumbaba sobre el sillón, después de haberle acabado en la boca a la morocha mientras le metía la lengua en el culo a la pelirroja. “Papito, sos un campeón” le dijo la morocha, cariñosa, mientras le acariciaba el pecho. El Laucha de pronto sintió que le bajaba la presión, o algo parecido, se sentía muy cansado. “Papi, ¿te sentís bien?” le preguntó la morocha, con una preocupación sutil, incipiente. El Laucha hizo fuerza y se reincorporó. “Sí, tranqui, estoy bien...dame un minuto...” dijo, se levantó, y medio mareado se metió en el baño, después de manotear el celular, que había quedado en la mesa.
El Laucha casi se cayó sobre el inodoro y trato de hacer foco sobre el celu mientras empezaba a mear y cagar al mismo tiempo. Tenía un mensaje de su ex, que le decía que hacía tres semanas que no veía a Franco, su hijo y le pedía que se quedara la noche siguiente con él. El Laucha empezó a sentirse mejor, ya no tan mareado, y con la beatitud post-garche y semi-etílica que tenía iba a contestar con un parco “ok”, cuando le llegó un mensaje del Viejo: “Mickey, estamos, te morís mañana a la noche...”
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